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La historia de Rosario que se esconde bajo la casona de Firma y Odilo Estévez

Fecha: 24/10/2021

Arqueólogos de la UNR iniciaron esta semana excavaciones en el hall central de la casa museo de Santa Fe 738.

La casona de Santa Fe 738 habla de la historia de Rosario. Y de eso se trata la búsqueda que esta semana arqueólogos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) pusieron en marcha en lo que actualmente es el hall central del Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estévez. Es que la casa museo habla del matrimonio que la compró en 1921, de sus exquisitas colecciones de arte y de las reformas que imprimieron al edificio y que son marca de la burguesía que potenció la Rosario del siglo XX. Sin embargo, sus muros trascienden ese tiempo y tal es así que las excavaciones arqueológicas no solo podrían aportar datos de la casa mientras fue propiedad de los Ibarlucea, sino incluso también hacia atrás en el tiempo. Por ahora son solo hipótesis de trabajo. La directora del museo, Analía García, recalcó "la importancia histórica de la casona, de la cual hay registros fotográficos desde 1860".

La posibilidad de la búsqueda arqueológica, esa historia escondida bajo tierra, se dio a partir del inicio de las obras de reconstrucción de los desagües pluviales del inmueble, un trabajo que fue demandado por años ya que provocaba constantes hundimientos en los salones principales del museo y que meses atrás puso en marcha la empresa constructora MSR.

Fernando Oliva es arqueólogo y profesor titular de la Cátedra de Arqueología Americana y Argentina en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. El profesional destacó el trabajo "institucional conjunto entre la Municipalidad y la Universidad" que permite iniciar esta búsqueda, sobre todo teniendo en cuenta que para comenzar las excavaciones es necesario llevar adelante una serie de trámites y permisos tanto ante la Nación (la casa es Monumento Histórico Nacional) como ante la provincia.

Ya autorizados, indicó que "la idea es hacer lo que llamamos arqueología de la arquitectura", es decir hurgar entre "las diferentes capas que fueron ocupando ese predio en los diferentes momentos de la historia".

Bajo tierra
Los primeros hallazgos fueron, según detalló en primera instancia la directora del museo, distintos tipos de cerámica. "Una que es una argamasa que sería parte de los cimientos del edificio, otra cerámica que probablemente sea de lo que fue el patio de la familia Ibarlucea, que fueron los anteriores propietarios de la casa, y otros que se estima podrían haber pertenecido al baño", enumeró.

A eso se sumó la presencia de un muro soterrado que no respeta la partición urbana y la cuadrícula que la ciudad tenía por entonces, lo que hace pensar que podría ser de una construcción previa.

Es que la casa fue adquirida en 1921 por Firma y Odilo Estévez, pero tiene una historia más antigua. Tal es así que hay investigaciones que mostraron que el terreno supo ser una huerta en declive y, más adelante, otras que indican que la medianera de la casona, ese muro que lo separa de la propiedad que era de la familia Uranga, es nada menos que la primera medianera de Rosario.

Ante los hallazgos, Oliva junto a físicos del Conicet y de las universidades de Buenos Aires y Austral, recorrieron el salón central de la casa. Es el espacio que cuando fue propiedad de los Ibarlucea era un primer patio y que ya comprada por los Estévez, con remodelaciones de los arquitectos José Gerbino y Leopoldo Schwartz, pasó a ser el salón central del inmueble con los reconocidos pisos de roble de eslavonia y los afamados vitrales del artista catalán Salvador Buxadera, que sirve de redistribuidor al resto de los salones de la casa, dando al tradicional patio español. Y lo hicieron con un georradar que realiza un estudio físico previo sobre el cual se trabaja la intervención arqueológica.

En busca del pozo del viejo aljibe
Por estos días, la búsqueda se realiza a unos 35 centímetros por debajo del nivel del salón de los Estévez. Allí, el equipo de arqueólogos trabaja detalladamente y la base de la búsqueda es una lectura hecha previamente a través del georradar, que funciona como una sonda y a través de la emisión de microondas realiza una lectura del subsuelo.

Guido Scaglione es uno de los arqueólogos del equipo que el martes pasado desembarcó en el museo para iniciar las primeras intervenciones, cavando y limpiando y dando con los primeros resultados.

Mientras limpiaba con un pincel los vértices de dos ladrillos que asomaban bajo tierra, Scaglione barajó algunas de las hipótesis sobre las que trabajan.

"Si pensamos que este sector fue un patio, otra posibilidad, siempre hablando de supuestos e hipótesis, es que no haya sido un muro, sino ladrillos colocados en forma de espiga en lo que fue el patio de la casa de los Ibarlucea, sobre todo viendo que no hay argamasa que los una para pensar en una pared", indicó.

"Los antiguos pozos, una vez que dejaban de funcionar, como en este caso, eran tapados en general con los desechos de los consumos de las familias, orgánicos e inorgánicos. Esto, de encontrarse, permitiría tener un registro de todos los consumos de la época", indicó y dio cuenta del "alto valor" que podrían tener esos hallazgos para la arqueología urbana.

Nota completa en Diario La Capital.