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Fábrica de alfajores Merengo

Fue uno de los primeros boliches de Santa Fe, destinado al despacho de bebidas y venta de alfajores, ubicado en la esquina de las calles 3 de Febrero y San Jerónimo. Fue inaugurado en 1851 por Don Hermenegildo Zuviría, apodado Merengo quien recibió este nombre por la viveza criolla: de importante masa muscular y siempre vestido con su delantal blanco de trabajo, era objeto de burla entre sus vecinos, quienes lo comparaban con un “merengue”. De ahí el apodo.

En 1853, frente a la necesidad de redactar la Constitución Nacional, los constituyentes se instalaron a lo largo de la ciudad santafesina, así como también en la vecina Paraná. En este contexto, la tradicional esquina donde se despachaban bebidas y vendían alfajores, tenía en la planta alta habitaciones de alquiler para los viajantes que estaban de paso por Santa Fe. En una de ellas se alojaron los constituyentes Delfín Huergo, Juan María Gutiérrez y José Benjamín Gorostiaga, quienes fueron agasajados con los alfajores de “Merengo” durante lo que duró su estadía.

Si bien los constituyentes se encargaron de hacer conocidos en todo el país estos nuevos alfajores, la literatura popular se encargó también de dejar asentada su existencia. El reconocido autor santafesino Mateo Booz hace referencia en su libro Aleluyas del brigadier a los alfajores Merengo en el contexto del nacimiento de la Constitución Nacional.

Dijo el autor: “…transcurre ese 1º de mayo de 1853 y poco a poco los convencionales, cumplida su misión, se alejan por los caminos fatigosos que ya hicieron, rumbo a sus provincias. Agregan a los equipajes unos alfajores Merengo para que saboreen las esposas, las hijas, las novias que allá los esperan. Y llevan sin duda algo más, el recuerdo feliz de sus días en Santa Fe."

Novedoso para la época, hoy este texto podría servir perfectamente de voz para un spot publicitario de la marca de alfajores. Lo cierto es que la historia de esta invención y de la Constitución Nacional continúa más viva que nunca y esto se puede apreciar en las miles de cajas que año a año deambulan por todos los rincones del país.

¿Quién hubiese pensado que con las dos caras de una misma galleta, un elaborado dulce de leche y una cobertura de merengue blanco comenzaría un sabor propio de Santa Fe que se volvería tradición en todo el país? Merengo, seguramente, lo había pensado.